Ley de Movilidad: Entre la modernización y la controversia del sector transportista



La propuesta de una nueva Ley de Movilidad impulsada por el gobernador ha abierto un amplio diálogo y también ha generado controversia entre los involucrados en el sector del transporte. Para discutirla, se ha iniciado un Foro Municipal de Análisis y Socialización, donde los transportistas del municipio pueden exponer sus ideas.
Sin embargo, la iniciativa enfrenta el rechazo de varios sectores, especialmente de los taxistas, quienes reiteraron su postura en contra y han pedido mantener el actual sistema de concesiones, llegando a manifestarse en el Ayuntamiento. Las críticas a la ley provienen de diversas fuentes. El activista Frank Aguirre señala que dos tercios de la iniciativa se enfocan en el transporte, por lo que la considera más una "Ley de Transporte" que de movilidad integral. Por su parte, el titular de la Dirección de Movilidad y Transporte, si bien reconoce que la ley empuja hacia la modernidad, advierte que tiene pendientes, pues no define claramente la operación ni los ámbitos de competencia. Además, cuestionó la competencia municipal de los foros. Desde una perspectiva de inclusión, un regidor de La Paz destacó que el transporte público actual no está adaptado para personas con discapacidad, por lo que solicitará que la nueva ley garantice descuentos e infraestructura adecuada. En contraste, la especialista Gisele Irene Méndez subraya que el transporte es una responsabilidad del Estado, no de los transportistas, y que es su obligación ordenarlo mediante leyes que permitan un crecimiento inclusivo. El primer foro de análisis, realizado en Los Cabos, tuvo una duración de ocho horas y la mesa con mayor participación fue la de modalidad de pasaje. Las actas con los resultados serán enviadas a la Comisión de Comunicaciones y Transportes del Congreso del Estado para ser consideradas en la elaboración del dictamen final. Paralelamente a esta discusión, líderes transportistas se encuentran en diálogo con la Semovi para un posible aumento a la tarifa del transporte público, la cual no ha sido actualizada desde 2013.
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Soy donador de la Fundación Casa de las Mercedes desde 1999. Mes con mes: transferencias bancarias, documentos fiscales mediante. Conocí entonces el trabajo que encabezaba Claudia Colimoro, apuntalada por sus hijas e hijo, en la desmedrada casa de Berriozábal (restaurada luego por la familia Slim), en el centro duro de la ciudad. Rescataban niñas y jóvenes de la trata y la violencia, les daban refugio, seguridad y, con cariño y excelentes profesionales, intentaban proveerles autoestima y sentido de futuro. En 31 años de vida, Las Mercedes registra haber atendido a 6 mil 780 muchachas, 280 de ellas concluyeron estudios universitarios y de posgrado. Pero de repente, en este México, donde, diría Javier Sicilia, hay algo infernal sin camino de regreso del horror, una joven de 17 años acusó de violación al hijo de Claudia, Aquiles Colimoro, preso desde mediados de octubre. Días después, la gente de la Fiscalía de la CDMX allanó las dos casas de la Fundación y se llevaron a las muchachas a albergues. Con un despliegue mediático propio de las causas inmundas, la acción se presentó como rescate, pese a que las chicas externaban un doliente “no nos lleven” y apego con “Mamá Claudia” y sus hijas Claudia y Ángela. Las tres han tenido que esconderse ante órdenes de aprehensión por supuestos delitos graves. De consumarse esta maniobra, se mataría a una gran institución de la sociedad. Todo, sin embargo, está por verse, más allá de la envenenada propaganda oficial. Columnista: Ciro Gómez LeyvaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

El proceso de extinción del panteón de Santa Paula en 1879, impulsado por el ímpetu modernizador del Porfiriato, no fue el final de su historia, pues dio inicio a una crónica subterránea que se extiende hasta nuestros días. La solución de destinar el suelo a la expansión urbana, ignorando las advertencias sanitarias y legales, ha generado un diálogo constante entre pasado y presente. Si bien el decreto de clausura buscaba la liquidación total, su vasta extensión, de 37 mil 800 metros cuadrados, y el uso intensivo durante un siglo, han asegurado que el subsuelo de la colonia Guerrero siga siendo, literalmente, un osario en latencia. Una reseña de 1852 ya destacaba la saturación del panteón, agravada por las grandes crisis de salud pública. Santa Paula fue el principal destino de las víctimas de las epidemias de cólera de 1833 y 1850-1851, hecho que dejó una marca indeleble. Los hallazgos arqueológicos contemporáneos han confirmado la brutalidad de esos episodios, revelando fosas comunes con hasta siete niveles de entierros, depositando unos cuerpos sobre otros y utilizando delgadas capas de cal y carbón como medida sanitaria. En algunas fosas se han llegado a identificar hasta 118 cuerpos, evidenciando una gestión funeraria de emergencia que saturó el suelo hasta el punto de la insalubridad insostenible. Ésta es la realidad que el Consejo Superior de Salubridad temía y que el gobernador capitalino Luis C. Curiel minimizó para poder acelerar la venta y lotificación del terreno. La demolición de la barda perimetral y la parcelación se llevaron a cabo a principios del siglo XX, culminando en 1903. Sin embargo, el problema de la propiedad y la resistencia de los restos no cesó. En 1911, por negligencia burocrática, se dejaron expuestas durante semanas “varias osamentas” en la calle cuando se entubó el agua de la zona. La gran extensión del panteón y su ubicación estratégica, al norte del Centro Histórico, han convertido cualquier excavación en la zona en un potencial rescate arqueológico. De hecho, los últimos 20 años han revivido la historia de Santa Paula con una frecuencia notable. Entre 2014 y 2015, excavaciones formales del INAH en predios de la colonia Guerrero permitieron la localización y recuperación de 365 esqueletos, muchos de ellos vinculados a los entierros epidémicos. Estos trabajos confirman que los cuerpos de los “coléricos”, así como los restos de personajes menos conocidos, permanecen como una capa histórica bajo calles y edificios. Cada individuo recuperado pasa a formar parte del acervo bioarqueológico del país, contando una historia detallada sobre la demografía, salud y ritos funerarios de la capital decimonónica. El fin de Santa Paula como camposanto formal comenzó, de manera efectiva, antes del decreto de Porfirio Díaz. En 1849, el presidente José Joaquín de Herrera ya había intentado clausurarlo por saturación y, en 1871, el gobierno ordenó formalmente su cierre junto con otros panteones antiguos, al ser considerados un riesgo. Este proceso de liquidación gradual se extendió por décadas, y en 1909 todavía existían muros, osarios y la acequia que lo conectaba con el cementerio de Santa Martha, como lo demuestran los planos del Archivo Histórico de la Ciudad de México. En retrospectiva, la ambición porfiriana de extinguir el panteón para dar paso al progreso falló. El cementerio, que una vez fue de “los mejores” por la pompa de sus funerales —como el que dispuso Santa Anna para su pierna, el 27 de septiembre de 1842—, terminó siendo un recordatorio de que la historia, especialmente la que involucra a la muerte y a la salud pública, es un elemento estructural que define el subsuelo de la urbe moderna. El panteón ya no existe en los mapas, pero sus ocupantes continúan emergiendo, forzando a la Ciudad de México a reconciliarse con la incómoda verdad de que gran parte de la colonia Guerrero se asienta sobre la necrópolis más importante del siglo XIX. Columnista: Pascal Beltrán del RíoImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

Por Ma. Patricia Herrera Gamboa Ahí vienen ellas caminando, en lucha, en pie, enteras, ecuánimes, produciendo, aportando, laborando y disfrutando de los placeres de la experiencia adquirida. Quizás algunas rotas, dolidas o solas, pero saboreando la certera palabra que saldrá de sus labios, con su mirada sabia, trastabillando los dedos al conocer varias respuestas, y que ya no está dispuesta a discriminación o maltrato. Si volteamos a verlas abundan desde todos los frentes, empresarias, profesionistas, políticas, escritoras, artistas, doctoras y enfermeras, amas de casa o jefas de familia… deambulando con su singular elegancia y no hablamos sólo de moda, sino de actitud, conocimiento y seguridad. Las estadísticas del Inegi e Inapam arrojan que en México las mujeres mayores de 60 años representan 53.4% de la población total de adultos mayores, de ellas la mayoría vive aún con su familia, esposo e hijos, otras son solteras por decisión, divorciadas o viudas; algunas viven en situación de calle, en asilos o en comunidades indígenas, incluso con analfabetismo (1.5 millones). Una inmensa mayoría apenas tiene estudios básicos, técnicos y, por supuesto, las hay profesionales hasta el grado de doctorado, siendo más propensas que los varones a ser viudas, con 34% frente a 13% de viudos, aproximadamente, otro tanto es divorciada, separada o soltera por decisión, sin ningún problema. Por eso las mujeres mayores de hoy distan mucho del estereotipo invisibilizado dentro de sus hogares, tan sólo para cuidar a los nietos, cocinar para la familia o continuar las labores domésticas, calladas y sumisas, sin objetar el destino de su vejez, porque ahora entienden que tienen voz y voto y pueden ejercer sus derechos como adulto en plenitud. Muchas de ellas apenas empiezan a conocer ese legítimo derecho a la libertad de acción y pensamiento, adhiriéndose a grupos comunitarios e instituciones públicas, que además de realizar actividades recreativas como danza, yoga o manualidades, les presentan cursos individuales no sólo para cuidar su salud física y mental, sino de aprendizaje en diversos oficios, lo que les permite realizarse como personas activas y productivas, generando sus propios beneficios económicos, aunado a las políticas de apoyos gubernamentales. Sin embargo, cuanto más avanza la vejez, este grupo suele ser más vulnerable a maltratos, incluso en su entorno familiar, según la Encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares 2021 del Inegi, 19.2% de las mujeres de 65 años o más sufre de incidentes violentos, físicos, psicológicos, económicos o patrimoniales. Por eso, es urgente levantar la voz ante la sociedad en general, para que ya no permita este tipo de actitudes y denuncie los hechos ante las instancias correspondientes, sea de un familiar, una vecina o amiga, protegidos por la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores en México, publicada en el DOF en junio de 2012. Asimismo, también es obligación de las mujeres adultas mayores conocer sus derechos y ejercerlos con fuerza y decisión para lo que esta ley ampara, como vivir con calidad, sin violencia ni discriminación; trato digno en procedimientos judiciales; derecho a la salud, alimentación, educación y capacitación, al trabajo digno y bien remunerado, así como a denunciar todo hecho, acto u omisión que viole estos derechos. Y sí, hay que decirlo, las mujeres adultas mayores del nuevo milenio ya no queremos ser las viejecitas dulces sentadas en mecedoras de los cuentos infantiles. Columnista: Imagen de la MujerImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0





