Economía
México defiende su política energética y niega violaciones al T-MEC ante acusaciones de EE. UU.



La Secretaría de Energía (Sener) aseguró que México no incumple sus obligaciones del T-MEC en materia energética, ni discrimina a los inversionistas de Estados Unidos y Canadá, ni restringe su participación en el mercado. La dependencia sostuvo que la legislación mexicana promueve la inversión privada en los sectores de hidrocarburos y electricidad bajo reglas claras y transparentes, citando como ejemplo la implementación de contratos mixtos entre empresas privadas y las empresas públicas del Estado.
Esta declaración surge como respuesta a recientes acciones en Estados Unidos.
Integrantes de la Cámara de Representantes presentaron una iniciativa de ley para que la Administración del Presidente Donald Trump exija cuentas a México por sus políticas energéticas, que supuestamente favorecen a Petróleos Mexicanos (Pemex) y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Esta medida se suma a señalamientos previos de la Asociación de Refinadores de Combustibles y Petroquímicos (AFPM) de Estados Unidos, que acusó al gobierno mexicano de otorgar un trato preferencial a Pemex y CFE sobre las compañías estadounidenses.
Sener reiteró que el marco jurídico mexicano, incluidas las reformas constitucionales y legislativas recientes, es consistente con el T-MEC.
La secretaría señaló que el propio tratado contempla mecanismos para resolver disputas y que los "presuntos incumplimientos" no han requerido la formación de un panel de solución de controversias. Afirmó además que inconformidades previas, esgrimidas en 2022, ya fueron superadas gracias a las reformas que otorgan certidumbre e igualdad de oportunidades a todas las empresas. Finalmente, la dependencia manifestó que el Gobierno federal está abierto a dialogar para atender cualquier inquietud de sus socios comerciales y que ha mantenido acercamientos con empresas del sector para fortalecer el desarrollo de proyectos en el país.
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DOMINGA.– En el corazón de los habitantes de Chichihualco late un peculiar orgullo. Un timbre de prestigio en la olvidada sierra de Guerrero. Los dos productos principales que exportan a todo México y el mundo, presumen, tienen una calidad superior, inalcanzable, para el resto del planeta: los balones de futbol y la amapola. “Aquí se cosen a mano los mejores balones del país y aquí crece el mejor ingrediente del mundo para hacer heroína”, dijo, orondo, Hortencio Jiménez, a quien conocí en 2024 en un viaje hacia los campos de amapola cercanos a Chilpancingo.“Somos futbol y crimen organizado”, resumió magistralmente el taxista que cada octubre y noviembre suelta el volante para irse a vigilar a decenas de sembradores de ‘la adormidera’ que trabajan en la clandestinidad.Según Hortencio, la amapola de Chichihualco tiene cualidades que la hacen “mil veces mejor” que la de Afganistán y Birmania, los principales países exportadores: altura, humedad y suelo hacen la trifecta guerrerense. Si su cultivo fuera legal, piensa, convertiría a los paupérrimos campesinos del pueblo en adinerados agricultores. El gobierno podría comprar esa maravillosa planta de flor rojiza para hacer morfina y surtir de analgésicos a los hospitales públicos que atienden a pacientes con dolor crónico. Pero el crimen organizado acapara su compra.“Aquí los que mandan son Los Ardillos. No le puedes vender a otro grupo porque te matan. Hace unos años, un señor guardó unas flores en una bolsa para mostrarle la calidad de ‘adormidera’ a la gente del bando contrario. Lo descubrieron y lo mataron frente a sus hijos”, me contó Hortencio, asegurando que “Los Ardillos compran el 100% de la siembra”.A primera vista, parecería una bendición tener un cliente que compra toda la producción. Si algo ha condenado al campo mexicano –el legal y el ilegal– es la falta de compradores. Las flores, frutas y verduras se pudren antes de que sean adquiridas por alguien que las va a distribuir por México y el mundo. Pero tener un sólo comprador es, en realidad, una maldición: Los Ardillos pueden fijar el precio de la compra, a veces tan bajo como 4 mil pesos por kilo de amapola, cuando en Sinaloa el precio puede llegar hasta 20 mil pesos por kilo. Y sólo a ellos se les puede vender.Este modelo económico tiene un nombre poco conocido. Casi todos estamos familiarizados con el concepto de “monopolio”, un solo vendedor que domina el mercado y puede, por ejemplo, fijar precios altos a los consumidores. Pero en la sierra de Guerrero existe la otra cara de la moneda: se llama “monopsonio” y se refiere a tener un solo comprador que domina el mercado y desde esa posición de poder puede regatear los precios de los productores hasta pulverizarlos.Hacia allá avanza la nueva modalidad del crimen organizado en México. Los cárteles también saben de economía.El crimen organizado sigue la táctica de los “diamantes de sangre”Uno de los monopolios más famosos del siglo XX se construyó de la mano del crimen organizado. Entre 1900 y los años noventa, la empresa De Beers ejerció un control absoluto sobre la producción, distribución y venta de diamantes a nivel global. Si querías uno, sólo podías comprarlo a De Beers, que gracias a ser el único vendedor pudo fijar precios altísimos y acuñar la idea de que un anillo de bodas con diamante debe valer el equivalente a tres meses del sueldo mensual de un futuro esposo.Para justificar esa alza artificial, la empresa con sede en Luxemburgo creó en 1947 una exitosa campaña publicitaria. El eslogan fue “A diamond is forever” (“Un diamante es para siempre”) con el que, en realidad, buscaban cubrir su estafa: que ninguna mujer, incluso divorciada, vendiera el diamante de su anillo de bodas. Si lo hacía, se daría cuenta de que el valor real de un diamante es muy bajo. Gracias a ese monopolio, De Beers ancló en el mundo la falsa idea de que un diamante es un objeto de lujo y que es de mal gusto cotizarlo después de su compra.Pero De Beers no fue sólo un monopolio. También fue un monopsonio. En Sierra Leona, la empresa se convirtió en el único comprador de diamantes tras el descubrimiento de miles de minas subterráneas de carbón. Consolidó esa posición contratando a grupos clandestinos que desplazaban con violencia a cualquier competidor. Gracias a eso, compraba diamantes por centavos a sierraleoneses que trabajaban en condiciones similares a la esclavitud. Ser el único comprador les permitía establecer una tarifa de hambre.De Beers mezclaba esos minerales clandestinos obtenidos a precio de remate con la producción legal de otros países. Las ganancias eran tan altas que la empresa pagaba puntualmente a esas bandas armadas que pasaron de sus guardaespaldas a fortalecerse económicamente para participar en una guerra civil que dejó más de 120 mil asesinados y que buscaba el control total de los recursos naturales de Sierra Leona. Ese episodio histórico es conocido como “los diamantes de sangre”, tan célebre que se volvió una película homónima dirigida por Edward Zwick y protagonizada por Leonardo DiCaprio.Ahora bien, el crimen organizado en México ya tiene dominada esa técnica. Sólo ellos saben si fue por un estudio riguroso de las peores prácticas del capitalismo o una especie de violencia autodidacta, pero cada vez con mayor frecuencia los cárteles se han vuelto monopsonios. Ya no les interesa ser el último eslabón de la cadena –el que vende– sino el primero y único: el que compra.“En Chichihualco, Los Ardillos son los únicos compradores desde hace más de cinco años. Con eso, ya controlan todo: siembra, cultivo, transporte, producción, venta. Son los reyes de aquí. Yo digo, ¿de plano a nadie se le ocurre legalizar la amapola y que todo el negocio se lo lleve el gobierno?”, preguntó Hortencio. “¿Son tontos o corruptos?”Las tiendas de cazadores sólo podían vender armas y municiones a Los Zetas La historia de los amapoleros me recordó a los tiradores deportivos de Ciudad Mier, Tamaulipas. Cada año, entre noviembre y febrero, se abre la temporada de cacería de aves: palomas de alas blancas, codornices, patos y más están en la mira de cientos de viajeros en el norte del estado. Lo que muchos cazadores ignoran es que, pese a tener una licencia de caza y que los ranchos tengan los permisos necesarios, cada disparo representa una moneda que va al bolsillo del Cártel del Golfo.“Esto empezó con Los Zetas. Ellos fueron los primeros en decirnos que sólo podíamos vender rifles, municiones, mirillas –hasta anzuelos para la pesca– a la gente de ellos. Si vendías a alguien más, y te cachaban, te mandaban a llamar para darte unos tablazos. Y si lo hacías de nuevo, te asesinaban”, cuenta Eleazar M., un vendedor de cartuchos para cacería legal. De ese modo, Los Zetas tenían un control completo de las armas en Tamaulipas. Las de mayor calibre las controlaban a partir de sobornos a elementos de la Defensa Nacional; las deportivas, de menor calibre pero también letales, las acaparaban con el cerco impuesto a las tiendas de cazadores.“Ya cuando necesitaban dinero, o perderle el rastro a un rifle o una pistola, te revendían el mismo producto. Claro, al doble o al triple de precio. Y había que tallarle el número de serie o cambiarle las piezas porque uno sabía que habían matado a alguien con esa arma. Era muy pesado tenerlos de únicos compradores”, asegura.Cuando se extinguieron Los Zetas, y el control del estado se mantuvo en las manos del Cártel del Golfo, la estrategia de monopsonio se impuso: es un secreto a voces en Ciudad Mier que ellos son los únicos compradores de armas deportivas, creando una insuficiencia artificial de municiones, lo que les permite alzar el precio de las balas, especialmente a los cazadores estadounidenses que viajan desde Texas. La mayoría no sabe que compra balas a sobreprecio.Los aguacateros de Apatzingán también tienen un sólo compradorEste fenómeno económico también ocurre con los cultivos predilectos del crimen organizado. Por ejemplo, los aguacateros del norte de Apatzingán, Michoacán, en la comunidad de Santiago Acahuato, también tienen un sólo comprador: el Cártel de Acahuato, un grupo criminal que está integrado por fanáticos religiosos, falsas autodefensas y despiadados narcotraficantes.El cártel dirigido por un hombre misterioso conocido como El Señor de la Virgensólo gobierna en esa pequeña comunidad en Tierra Caliente. Más allá del pueblo están grandes grupos clandestinos como el Cártel Jalisco Nueva Generación o Cárteles Unidos, así que el Cártel de Acahuato no puede expandirse. Ellos matan, extorsionan, roban y atenazan sólo a los aguacateros de la comunidad.Debido a que nadie más les puede comprar el aguacate, los apatzinguenses sufren con la volatilidad del único cliente. A veces, el cártel paga salarios hasta 40% más bajos que otros aguacateros en Michoacán, con el pretexto de que están financiando la fiesta de La Virgen de Acahuato. En otras, los obliga a dejar de trabajar hasta por dos semanas para crear una inexistente escasez y justificar un alza de precios.En un escenario ideal, los aguacateros de Acahuato podrían elegir entre trabajar para dos, tres o cuatro clientes que competirían por la mejor cosecha del pueblo. Para obtener el mejor aguacate posible, esos clientes se disputarían la mejor mano de obra con atractivas condiciones laborales: una empresa podría pagar más por el salario diario, otra ofrecería un mejor seguro médico y una más daría jornadas laborales más cortas. El cortador de aguacate elegiría a su mejor cliente.Pero esa libertad no existe en el norte de Apatzingán. El Cártel de Acahuato domina todo: desde el corte hasta el empaquetado y el transporte fuera del estado. Y hasta han impuesto un reglamento de trabajo con sanciones arbitrarias y terribles.“Si no cortas suficiente aguacate en el día, latigazos. Si no llenaste bien las cajas, tablazos. Si te guardaste aguacate para comerlo en tu casa o venderlo por fuera, te cuelgan, en serio, de un árbol y te pegan como piñata. Y nadie puede decir nada, porque si el cártel te deja de comprar, el que sigue puede ser peor. Mejor malo por conocido, que peor por conocer”, me contó un periodista local.“Lo peor es tener un sólo comprador: te vuelves su esclavo”El fenómeno del “monopsonio criminal” también es visible en las minas de plata en Zacatecas, el vapeador en la Ciudad de México, las tortillas en Guerrero, la madera en Chihuahua o el material para construcción, como varillas y arena, en el Estado de México. “Uno pensaría que lo peor que te puede pasar es tener un campo de amapola que florece cada año y no tener quien te compre. Pues no. Lo peor es tener un sólo comprador porque te vuelves su esclavo. Ellos sí aplican la frase de ‘el cliente siempre tiene la razón’”, dijo Hortencio en nuestra conversación en Chilpancingo, una ciudad también bajo el yugo de Los Ardillos.Esta es la narcoeconomía de nuestros tiempos: los cárteles han pasado de someter la oferta criminal a controlar la demanda económica. Un modelo empresarial en el que lo más importante se resume en una palabra: sometimiento.GSC/ATJ

DOMINGA.– En las últimas décadas hablar del crecimiento económico –o más bien de la falta de crecimiento– se ha vuelto un lugar común en la discusión pública mexicana. Es un tema recurrente en promesas de campaña, en reportes trimestrales de toda clase de instituciones y, lo más importante, en las conversaciones de las personas que viven una economía que pasa por distintos niveles de estancamiento y no les ofrece la oportunidad de empleos e ingresos que desearían.El crecimiento económico es un tema fundamental en cualquier país pues engloba lo que solemos pensar como desarrollo, es decir, la mejora constante en las condiciones de vida en una sociedad. Y cuando pensamos en el dinamismo de la economía mexicana es imposible no escapar al pasado y pensar en el periodo más reciente de crecimiento rápido y sostenido, el del desarrollo estabilizador (1950-1980). En aquel tiempo, ese crecimiento estaba sostenido en tres grandes pilares: Primero. El rápido cambio estructural de la economía, es decir, su modernización pasando de sectores tradicionales como la agricultura a sectores modernos como la manufactura y los servicios. Segundo. La creciente urbanización asociada al cambio estructural. Tercero. El muy acelerado crecimiento poblacional.La combinación de estos tres factores permitió un crecimiento rápido y también el desarrollo de fenómenos como la pobreza urbana y la informalidad en la medida que la tasa de crecimiento de la población y el movimiento de personas del campo a las ciudades rebasaba la capacidad de la economía para crear empleos. De esta dinámica podemos deducir con facilidad que, aunque en el pasado crecimos mucho, nunca fue lo suficientemente rápido para atender a los otros fenómenos. Tras el colapso del modelo del desarrollo estabilizador en los ochenta, la infame década perdida, se ha visto una situación un tanto paradójica en la economía mexicana, a pesar de que el cambio estructural ha seguido –incluso se ha acelerado– hemos experimentado muy pocos y muy breves periodos de crecimiento vigoroso. Una forma muy simple de darnos cuenta del tamaño del estancamiento es usando lo que en la literatura de la economía del desarrollo se conoce como matrices de macro movilidad, es decir, una comparativa relativa entre los avances que los países han tenido entre dos puntos en el tiempo; para nuestro ejemplo usaré 1990 y 2020 como los puntos de comparación temporal y el PIB per cápita de los países. El resultado se puede ver en la Figura 1: los países a la izquierda de la línea de 45° son países que han mejorado su posición relativa al ingreso per cápita promedio del mundo. Aquellos países a la derecha de la línea de 45° han empeorado su posición relativa. Los países sobre la línea o cerca de ella son aquellos que han permanecido prácticamente estancados, México es uno de esos países. Nuestra posición en el mundo ha cambiado poco en los últimos 35 años.Las hipótesis sobre el crecimiento estancado de la economía mexicana Como es natural, este es un tema que ha despertado mucho interés entre analistas y académicos en México. Abundan las hipótesis sobre por qué la economía mexicana no crece, es quizá el fenómeno más sobre explicado en el país, pues muchas de las ideas que existen sobre la falta de crecimiento no son excluyentes entre sí. No obstante, en tiempos recientes se ha discutido ampliamente la hipótesis de Santiago Levy, uno de los economistas mexicanos más reconocidos. La hipótesis de Levy es que la falta de crecimiento es un problema de productividad asociado a la estructura del mercado laboral y un mal diseño de la seguridad social. En aquella explicación estos factores se combinan para producir una “mala asignación” de recursos productivos y con ello fomentan la informalidad. La hipótesis de Levy no es una idea sin méritos, sigue de cerca desarrollos importantes en los últimos años en la teoría del crecimiento por parte de Pete Klenow y Chang-Tai Hsieh. No obstante, en mi opinión, esta sólo es una parte de la historia. La mala asignación y la informalidad están asociadas con menor productividad, pero también son a su vez producto de otros factores que se han descuidado en la economía mexicana. Otra forma de ver este problema es que la mala asignación y sus efectos en la productividad son una causa próxima que explica la falta de crecimiento, no la causa fundamental. La informalidad y la baja productividad son a su vez causa y efecto de la falta de crecimiento, la causalidad corre en ambas direcciones. La caída crónica de la inversión pública en MéxicoEl principal factor que explica la falta de dinamismo en la economía mexicana es el colapso sistemático de la inversión pública en el país. La inversión pública tiene características especiales que la hacen diferente de la inversión privada, la inversión pública fomenta el desarrollo de mercados nuevos, permite el aumento de la productividad de manera transversal en toda la economía. Por esta razón, aunque la inversión privada es considerablemente más grande que en el pasado, no es suficiente para compensar los beneficios generales que tiene la inversión pública, el ejemplo más obvio es el de la infraestructura. En el periodo del desarrollo estabilizador, cuando crecimos más en nuestra historia, la inversión pública alcanzaba niveles de 8 o 9 puntos del PIB y principalmente apoyaba el desarrollo de infraestructura crítica en el país y el desarrollo tecnológico en la industria. Desde la década de los ochenta la inversión pública se volvió la variable de ajuste más fácil en los periodos de consolidación fiscal. Cuando ha tocado ser austeros o ajustar el gasto, siempre la primera en ser recortada ha sido la inversión. Prácticamente todos los ajustes macroeconómicos importantes entre 1982 y el presente han pasado por ese tipo de recortes. Casi todos los años entre ese año y el presente se establece un nuevo récord de la inversión pública más baja desde que tenemos registros o reconstrucciones. Lo que en nuestros mejores años era 9 puntos del PIB, hoy apenas se encuentra arriba de 2 puntos. Una forma de darnos cuenta del efecto de la caída crónica en la inversión pública es recurrir a una de las herramientas más viejas pero más efectivas de la teoría del crecimiento: la contabilidad del crecimiento. La contabilidad del crecimiento descompone la tasa de crecimiento distintos componentes, en este ejercicio haré la descomposición más simple, mostrando las contribuciones del trabajo, del capital y de la productividad total de los factores (PTF), es decir, la capacidad tecnológica que nos permite combinar los distintos factores de formas más productivas.La contabilidad del crecimiento nos permite notar varias cosas de forma inmediata. Primero que en las décadas de mayor crecimiento existía una alta correlación entre crecimiento y la contribución del capital (la formación de capital bruto en la economía) la productividad total de los factores era la más alta que hemos observado. Segundo, desde la década de 1980 conforme la contribución del capital ha caído, también lo ha hecho la PTF y con ello el crecimiento. El factor que tiene menos variación en este periodo es la contribución del trabajo, otro indicio que apunta fuertemente a que el problema del crecimiento económico en México es uno de acumulación de capital, es decir, de inversión.Parte de nuestra falta de crecimiento hoy es el legado de la disciplina fiscal que se adoptó para recuperar la estabilidad macroeconómica. Las crisis nos han costado caro al sacrificar el dinamismo en el altar de la estabilidad. La década de 1980 y en especial el agravamiento de las crisis de la deuda de 1982 y 1985, causado por el mal manejo económico de la administración de Miguel de la Madrid, puso al país en una trayectoria nueva en la que el potencial de crecimiento disminuyó en la medida en que también sufrió el gasto en términos de salud, educación y, sobre todo, la inversión en infraestructura.La inversión pública en sus buenos años, cuando llegó a niveles superiores a 8 puntos del PIB, era una inversión que generaba mercados, hacía proyectos privados más rentables y permitía la expansión de la inversión privada. En cierto sentido, el país sigue viviendo del enorme impulso de las inversiones hechas en esas épocas. El crecimiento económico sostenido en el tiempo requiere de nuevas inversiones que aseguren el suministro de energía, gas, agua y otros servicios que hagan viable inversiones de gran escala. No es sorprendente entonces, que en el pasado el rol de Nacional Financiera, como agente financiero del gobierno y banco de desarrollo, fuera tan importante, la inversión se canalizaba en crear las condiciones para el desarrollo tecnológico de la industria y la aceleración del cambio estructural de la economía.Cuando se adoptó el modelo de crecimiento hacia afuera como el motor casi exclusivo de crecimiento, es decir impulsado de forma dominante por las exportaciones, se terminó por profundizar la divergencia entre sectores modernos y tradicionales, en otras palabras, el dualismo en la economía mexicana. Esta divergencia es evidente en sectores modernos conectados a la economía global y donde la productividad es elevada y otra parte de la economía atrapada en retraso tecnológico, desconectada de los mercados globales y una gran presencia del empleo informal.Los otros factores como la inseguridad y la falta de competenciaEsta explicación no es excluyente de otros factores que contribuyen de forma directa o indirecta a restar dinamismo a la economía. La explicación de Levy captura parte del problema de incentivos, de igual forma otros factores que van desde la inseguridad hasta la falta de competencia en la economía, la falta de participación femenina en el mercado laboral y la incertidumbre jurídica en el país. Muchos de estos factores que en algún momento se pensaban coyunturales se han vuelto estructurales y con ello se ha seguido deteriorando el potencial de crecimiento de la economía. Crecemos poco porque ese es nuestro potencial.La falta de inversión pública limita las ganancias de productividad y la baja productividad hace que la economía crezca poco. Crecer poco limita la capacidad de movilización de recursos en la economía y hacía que se invierta menos y así en un círculo vicioso. Por ello la economía mexicana se encuentra en una trampa de crecimiento, crece tanto como puede crecer porque su potencial no le permite más, aumentar el potencial de crecimiento pasa por incrementar los niveles de inversión en la economía y atender los otros lastres que hemos estado cargando pordécadas.GSC/MMM

El paro de campesinos y agricultores persistió en diversas carreteras del país, llegando a bloquear la frontera con Estados Unidos. A pesar de que la situación se mantuvo un tiempo considerable, los agricultores y productores mantuvieron su postura hasta no lograr un acuerdo con el gobierno. Sus demandas no eran menores: se denunció el abandono […]






