Ante los aranceles impuestos por la administración Trump, las grandes automotrices como General Motors y Ford han optado por absorber miles de millones de dólares en costos adicionales en lugar de trasladarlos inmediatamente a los consumidores, una estrategia que busca mantener la competitividad pero que se vuelve cada vez más insostenible. Aunque ejecutivos y analistas pronosticaban un aumento drástico en los precios de los vehículos, esto no ha ocurrido de manera generalizada. General Motors afirmó que enfrentará hasta 5,000 millones de dólares en costos brutos por aranceles este año, mientras que Ford citó un impacto de 3,000 millones.
La decisión de no repercutir estos costos refleja la sensibilidad del mercado estadounidense, donde los precios ya han aumentado un 30% desde 2019. Randy Parker, director ejecutivo de Hyundai Norteamérica, confirmó una estrategia similar, afirmando que “nuestra prioridad sigue siendo asegurarnos de ser competitivos a través de la asequibilidad”, a pesar de que los aranceles redujeron los resultados de la compañía en 600 millones de dólares en el segundo trimestre.
Sin embargo, los analistas advierten que esta situación no es sostenible a largo plazo.
Se espera que las automotrices comiencen a subir los precios gradualmente o a enfocarse en modelos de mayor margen. De hecho, algunos costos ya se han trasladado sutilmente, como el aumento del 8.5% en las tarifas de destino, que son los gastos de entrega al concesionario.
En resumenLa respuesta de la industria automotriz a los aranceles revela un complejo equilibrio entre la protección de los márgenes de ganancia y la necesidad de mantener la cuota de mercado en un entorno competitivo. Esta estrategia de absorción de costos retrasa, pero no elimina, el impacto final sobre los precios que pagan los consumidores.