Empresas como GSK, Eli Lilly, Johnson & Johnson, Roche, AstraZeneca, Novartis y Sanofi han anunciado inversiones multimillonarias para construir nuevas plantas o expandir las existentes en territorio estadounidense.

AstraZeneca, por ejemplo, invertirá 50,000 millones de dólares para 2030, incluyendo una nueva instalación en Virginia, mientras que Roche planea invertir una cantidad similar en los próximos cinco años.

Estas decisiones estratégicas buscan no solo evitar los altos costos arancelarios, sino también asegurar la continuidad del suministro en uno de los mercados más grandes del mundo.

Algunas compañías, como AstraZeneca, también están gestionando su inventario en 2025 para minimizar el impacto a corto plazo, describiéndolo como de “muy corta duración”. Otras, como Pfizer, han optado por un enfoque dual: además de considerar el traslado de producción a sus 10 sitios en EE. UU., anunciaron la adquisición de Metsera, una biotécnica especializada en medicamentos contra la obesidad, para fortalecer su cartera de productos desarrollados localmente. La farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca también ha anunciado que venderá sus medicamentos para la diabetes y el asma directamente a pacientes en Estados Unidos con descuentos de hasta el 70%, en respuesta a las presiones arancelarias.