Se mencionan específicamente gravámenes sobre “automóviles, acero, aluminio y cobre”, lo que demuestra la amplitud de la estrategia estadounidense.

Esta política, caracterizada por su imprevisibilidad, ha sido uno de los “factores externos más retadores” para el gobierno mexicano.

El impacto no se limita a las barreras comerciales directas.

La narrativa proteccionista genera un clima de cautela que frena las decisiones de inversión a largo plazo. Un análisis sobre la vulnerabilidad de Chihuahua destaca cómo la política arancelaria de EE.

UU. busca reconfigurar las cadenas de suministro, obligando a las empresas a producir en Norteamérica, pero generando “shocks” que alteran los flujos comerciales establecidos y aumentan los costos. Esta situación ha sido descrita como una “ofensiva de aranceles” que disparó la volatilidad en los mercados cambiarios. La constante amenaza de nuevos impuestos y la naturaleza errática de las decisiones comerciales de Washington han creado un ambiente donde, según la Confederación de Cámaras Industriales, “la palabra certeza en el Gobierno de Donald Trump no la vamos a tener durante los cuatro años”. Esta falta de previsibilidad complica la planificación empresarial y la estabilidad económica regional.