Esta situación ha sido un factor clave detrás de la intensa presión ejercida por fabricantes como Ford y General Motors sobre la administración de Donald Trump para obtener alivio arancelario. La industria argumenta que, mientras ellos enfrentan mayores costos por los gravámenes impuestos al acero, aluminio y otras autopartes importadas, sus rivales japoneses se benefician de un entorno comercial más favorable. Como respuesta a esta presión, la administración estadounidense ha implementado medidas como la prórroga de cinco años que permite a los fabricantes locales reducir los aranceles que pagan sobre las autopartes importadas. Este contexto evidencia la compleja red de acuerdos comerciales y políticas proteccionistas que definen la competitividad en el sector automotriz global, donde las decisiones de un gobierno pueden generar repercusiones directas en la balanza comercial y la rentabilidad de las empresas nacionales.