La próxima revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), programada para 2026, se ha posicionado como el eje central de las actuales tensiones comerciales en Norteamérica. Las recientes políticas arancelarias y las presiones diplomáticas son vistas por analistas y empresarios como movimientos estratégicos de los tres países para fortalecer sus posturas de negociación de cara a este evento crucial. El gobierno mexicano, a través de la Secretaría de Economía encabezada por Marcelo Ebrard, ha iniciado un proceso de consulta pública en todo el país para definir una posición nacional sólida. Ebrard ha expresado un “optimismo razonable” sobre la supervivencia del tratado, pero reconoce que la nueva realidad global exige una “integración regional efectiva y, un poco, obligatoria”.
Esto implica una sustitución real de importaciones, principalmente de Asia, para fortalecer las cadenas de valor norteamericanas. Por su parte, Estados Unidos ha dejado claro que buscará endurecer las reglas de origen, especialmente en el sector automotriz.
La incertidumbre generada por este escenario ya está teniendo consecuencias tangibles.
La Cámara México-Alemana de Comercio e Industria (Camexa) informó que las empresas alemanas han puesto en pausa sus inversiones en México a la espera de mayor claridad sobre el futuro del T-MEC. Asimismo, sindicatos independientes han solicitado que el Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida se amplíe para cubrir a trabajadores en EE. UU. y Canadá, y a sectores como el agrícola, demostrando que las implicaciones de la revisión van más allá de lo puramente comercial.
En resumenLa revisión del T-MEC en 2026 es el telón de fondo de las actuales disputas arancelarias en Norteamérica. Las acciones de los gobiernos y las reacciones de la industria y los sindicatos son un preludio de una negociación compleja que definirá el futuro del bloque comercial y ya está afectando las decisiones de inversión.