La industria siderúrgica mexicana atraviesa una de sus crisis más profundas, con el año 2024 consolidándose como el peor en producción de acero de su historia moderna. A pesar de algunos repuntes interanuales en 2025, el índice de producción acumulado se mantiene en niveles históricamente bajos, solo superados por los de 1993, lo que evidencia una debilidad estructural grave en el sector. La caída se atribuye a una combinación de factores externos e internos. Por un lado, la política de aranceles de Estados Unidos sobre el acero y el aluminio mexicanos ha impactado negativamente tanto el consumo como las exportaciones, reduciendo la competitividad de los productos nacionales.
Las importaciones también han disminuido, reflejando una contracción general del mercado.
Por otro lado, la industria ha sido golpeada por graves problemas operativos internos.
La paralización de Altos Hornos de México (AHMSA) desde 2023 representó un golpe severo a la capacidad productiva del país. A esto se sumaron los conflictos laborales en ArcelorMittal, que incluyeron un paro de labores y un mantenimiento prolongado de su alto horno, generando pérdidas millonarias.
La debilidad persistente en sectores clave como la construcción y la producción de vehículos, principales consumidores de acero, ha completado este escenario adverso. La situación evidencia una enorme brecha competitiva con gigantes como Estados Unidos, que produce en pocos días lo que México fabrica en un mes.
En resumenUna combinación de presión arancelaria estadounidense, fallas operativas en los principales productores nacionales y una débil demanda interna ha sumido a la industria siderúrgica mexicana en una crisis sin precedentes. Esta vulnerabilidad estructural representa un desafío mayúsculo de cara a la revisión del T-MEC y a los esfuerzos por reactivar la manufactura nacional.