Estas empresas destinan una parte significativa de su producción al mercado estadounidense, con Freightliner exportando aproximadamente el 93% de sus unidades. El nuevo gravamen, justificado por el presidente Donald Trump como una cuestión de “seguridad nacional”, se suma a un entorno de incertidumbre comercial en vísperas de la revisión del T-MEC en 2026. Sorprendentemente, la medida recibió el respaldo público de los directivos de General Motors y Ford, Mary Barra y Bill Ford, quienes, según Trump, le agradecieron personalmente por la imposición de los aranceles, argumentando que sin ellos, la competencia habría sido una “lucha muy dura y larga”. Ford, en particular, destacó que las recientes medidas arancelarias han reducido el impacto previsto a la mitad, estimándolo en 1,000 millones de dólares este año, gracias a un crédito del 3.75% sobre el valor de los vehículos ensamblados en EE.
UU. que alivia la carga arancelaria. Este complejo panorama refleja la tensión entre la integración productiva de Norteamérica y las políticas proteccionistas que buscan relocalizar la manufactura, obligando a las empresas a reevaluar sus estrategias operativas y financieras.













