Esta estrategia busca evitar los gravámenes impuestos a productos elaborados en el extranjero, impactando directamente las cadenas de producción establecidas en México. Diversos informes detallan los planes de varias compañías multinacionales para aumentar su capacidad productiva en territorio estadounidense.

Entre ellas se encuentran gigantes de la electrónica como LG, que considera mover la fabricación de refrigeradores de México a Tennessee, y Samsung Electronics, que busca mudar la manufactura de secadoras de México a Carolina del Sur. En el sector automotriz, Nissan Motor evalúa llevar la producción de su modelo Sentra de México a Estados Unidos, mientras que Honda planea trasladar la fabricación de automóviles desde México y Canadá para que el 90% de los vehículos vendidos en la Unión Americana sean de producción local. Otras empresas como la sueca Essity, fabricante de productos de higiene, también evalúan mover parte de su producción de México y Canadá a Estados Unidos. Esta tendencia no se limita a la manufactura de bienes de consumo y automóviles; también abarca sectores como el farmacéutico, con inversiones millonarias anunciadas por AstraZeneca, Novartis y Roche, y el de semiconductores, con planes de expansión de la taiwanesa TSMC. Estas decisiones corporativas, descritas como una forma de “dar gusto a Trump”, representan un desafío para la economía mexicana, que podría ver reducida su base industrial y sus exportaciones como consecuencia directa de las políticas comerciales proteccionistas de su principal socio comercial.