Las políticas arancelarias de la administración Trump han obligado a las empresas a reconfigurar sus estrategias, con algunas logrando mitigar el impacto financiero mientras los consumidores finales enfrentan precios más altos. Compañías multinacionales y fabricantes de automóviles han demostrado capacidad de adaptación, pero los costos terminan por trasladarse a la cadena de valor. Empresas como Ford han logrado reducir el impacto previsto de los aranceles a la mitad, estimándolo en 1,000 millones de dólares para este año gracias a medidas favorables de la administración Trump que benefician su producción en Estados Unidos. El CEO de Ford, Jim Farley, agradeció al presidente por una proclamación que alivió la carga fiscal. De manera similar, Procter & Gamble (P&G) también rebajó a la mitad el impacto esperado de los gravámenes.
Sin embargo, esta adaptación corporativa contrasta con el efecto directo sobre los consumidores.
Un análisis de Anan Bishara, fundador de Premium Guard Inc., revela que los aranceles están encareciendo significativamente las reparaciones de vehículos en Estados Unidos. Componentes como los convertidores catalíticos, que dependen de tierras raras mayormente provenientes de China, podrían duplicar su precio, pasando de 1,500 a más de 2,500 dólares. Lo mismo ocurre con piezas de desgaste como los discos de freno.
Esta situación evidencia que, aunque las grandes corporaciones logran ajustar sus operaciones para proteger sus márgenes, los aranceles finalmente se traducen en un mayor costo para el público, afectando su poder adquisitivo y generando presiones inflacionarias.
En resumenMientras grandes corporaciones como Ford y P&G logran mitigar el impacto financiero de los aranceles de Trump, los costos se trasladan a los consumidores, quienes enfrentan precios más altos en productos y reparaciones, como se observa en el encarecimiento de las refacciones automotrices.