La administración Trump impuso un arancel del 27.5% a sus vehículos, que posteriormente fue reducido al 15% tras un acuerdo con la Unión Europea.

Este gravamen tuvo consecuencias directas en la rentabilidad de las marcas. Volkswagen reportó su primera pérdida desde la pandemia, citando el impacto de los aranceles, mientras que Ferrari se vio obligada a limitar sus aumentos de precio en el mercado estadounidense para no perder competitividad. En el frente transpacífico, la relación con China ha sido una montaña rusa. En octubre, el presidente Trump amenazó con aranceles del 100% sobre importaciones chinas, lo que provocó una venta masiva de criptomonedas.

Sin embargo, más recientemente, Washington y Pekín alcanzaron una “tregua comercial” de un año.

Como parte del acuerdo, Estados Unidos se comprometió a reducir aranceles a productos chinos del 57% al 47%, un alivio para industrias como la juguetera, que había visto sus pedidos suspendidos.

A cambio, Pekín pausaría los controles a la exportación de tierras raras. A pesar de este deshielo, la incertidumbre persiste, y el secretario del Tesoro estadounidense advirtió que los aranceles podrían restaurarse si China no cumple sus compromisos.