En una medida estratégica para mitigar los riesgos de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, gigantes automotrices como Tesla y General Motors están solicitando a sus proveedores que sustituyan los componentes de origen chino en los vehículos destinados al mercado estadounidense. Esta directiva representa un cambio significativo en las cadenas de suministro de la industria automotriz norteamericana, impulsado por la preocupación ante un “conflicto comercial continuo” y los aranceles impuestos por la administración de Donald Trump. Tesla, que ha buscado diversificar sus proveedores desde la pandemia, planea reemplazar todos los componentes chinos en un plazo de uno a dos años y ya ha dejado de utilizarlos para los autos destinados a Estados Unidos, exigiendo a sus proveedores que sigan el mismo camino.
Esta estrategia se intensificó cuando los aranceles dificultaron mantener precios estables.
De manera similar, General Motors emitió una orden para reducir los vínculos de sus proveedores con el país asiático, fijando para algunos un plazo hasta 2027. La iniciativa de GM se centra en piezas y materiales para vehículos fabricados en Norteamérica, donde la compañía produce la mayoría de sus unidades a nivel mundial. Aunque se prefiere el abastecimiento en la región, la empresa está abierta a proveedores fuera de Estados Unidos, excluyendo a países con restricciones comerciales como China, Rusia y Venezuela. Este movimiento de desvinculación de China, donde se fabrican numerosos componentes desde baterías hasta piezas moldeadas, refleja una tendencia de la industria para fortalecer la resiliencia de sus cadenas de suministro y adaptarse a un entorno geopolítico cambiante.
En resumenLas acciones de Tesla y GM marcan un punto de inflexión en la globalización de la industria automotriz, acelerando una regionalización de la proveeduría en Norteamérica como respuesta directa a las políticas arancelarias y las tensiones geopolíticas, lo que podría beneficiar a México como destino de producción alternativo.