Estos indicadores, aunque mixtos, pintan un panorama económico que presiona al banco central a flexibilizar su política monetaria.
Los datos económicos de Estados Unidos presentaron un escenario complejo que los mercados interpretaron como una señal para una acción de la Reserva Federal (Fed). Por un lado, los precios al consumo en agosto subieron más de lo previsto, con el incremento anual de la inflación siendo el mayor en siete meses (2.9% anual según un reporte).
Esto indica que las presiones inflacionarias persisten.
Por otro lado, el mercado laboral mostró signos claros de debilitamiento. Las peticiones iniciales de subsidio por desempleo para la semana que finalizó el 6 de septiembre ascendieron a 263,000, superando las estimaciones y alcanzando su nivel más alto en casi cuatro años.
Esta combinación de una inflación que no cede y un mercado laboral en desaceleración ha generado un debate sobre la situación económica. Atsi Sheth, directora de Crédito de Moody's Ratings, comentó al respecto: "La inflación no cede (...) Podemos llamarlo estanflación o no, la gente tiene diferentes definiciones.
Pero sin duda nos encontramos en un periodo inusual en comparación con los últimos años, ya que el mercado laboral se está ralentizando considerablemente, mientras que la inflación no sigue el mismo camino". A pesar de la inflación persistente, el debilitamiento del empleo ha consolidado la apuesta del mercado por un recorte de tasas. Sheth pronosticó que la Fed reducirá las tasas en 25 puntos básicos la próxima semana y realizará otro recorte similar antes de fin de año. La negociación de futuros refleja esta confianza, con los operadores prácticamente seguros de un recorte de al menos 25 puntos básicos.