Analistas y gestores de fondos están reconociendo un giro desde las carteras tradicionales hacia una mayor inclusión de metales preciosos como componente estratégico.

Este cambio se debe en parte a que la volatilidad en los mercados de bonos hace que la renta fija sea menos atractiva como herramienta para equilibrar una cartera. En este contexto, el oro emerge como una alternativa viable. La firma Morgan Stanley ha llegado a sugerir una transición de la tradicional asignación 60/40 (renta variable y renta fija) a una división 60/20/20, donde el oro adquiere el mismo peso que la renta fija. Si se adoptara ampliamente, esta estrategia podría significar la inversión de billones de dólares en lingotes, marcando un cambio radical respecto al modesto 2% que los gestores de fondos asignan actualmente al oro, según una encuesta de Bank of America. Michael Widmer, de dicha institución, confirma esta tendencia al señalar que, "por primera vez en mucho tiempo", se ha producido un número significativo de consultas de clientes que evalúan la posibilidad de invertir a largo plazo en oro. Este creciente interés no solo busca un refugio, sino también una cobertura activa contra la devaluación del dólar y un elemento de diversificación robusto en un entorno económico complejo.