Este hito refleja una creciente aversión al riesgo ante una confluencia de factores económicos y geopolíticos.

El repunte del metal precioso, que alcanzó un máximo cercano a los 4,060 dólares en los mercados asiáticos, ha sido impulsado por múltiples catalizadores.

Entre ellos destacan el cierre parcial del gobierno en Estados Unidos, que ha sembrado dudas sobre la estabilidad política y ha retrasado la publicación de datos económicos clave, y la expectativa de que la Reserva Federal (Fed) continúe con su ciclo de recortes de tasas de interés para estimular la economía. La debilidad del dólar, derivada de estas expectativas de una política monetaria más laxa, ha incrementado el atractivo del oro. Además, la inestabilidad política en Europa, particularmente en Francia, y la incertidumbre económica generalizada han llevado a los bancos centrales y a los inversionistas a aumentar sus reservas de lingotes. Con una ganancia acumulada superior al 50% en lo que va del año, el oro se posiciona como uno de los activos con mejor rendimiento en 2025. Analistas como Rhona O'Connell de StoneX señalan que "los factores de fondo son más o menos los mismos que antes, en términos de incertidumbre geopolítica, con el condimento añadido del cierre del Gobierno (estadounidense)". Este comportamiento subraya el papel tradicional del oro como "valor refugio" por excelencia, que conserva su valor intrínseco en tiempos de inestabilidad.