Esto generó una presión generalizada sobre otras monedas.

El peso mexicano, por ejemplo, ligó dos semanas de pérdidas, depreciándose un 1.0% en la semana. No fue la única moneda afectada; el real brasileño cayó un 3.44%, el yen japonés un 2.52%, y el dólar australiano un 2.02%, entre otras.

Este movimiento refleja una clásica dinámica de "vuelo hacia la calidad", donde los capitales abandonan activos de mayor riesgo en favor de aquellos percibidos como más seguros, como el dólar y los bonos del Tesoro de EE.

UU.

Aunque un artículo menciona una caída del índice dólar tras el anuncio inicial de Trump, la tendencia general descrita en la mayoría de los textos es de un fortalecimiento que impactó negativamente a las monedas de economías emergentes, que son más sensibles a los cambios en el apetito por el riesgo global. La incertidumbre adicional generada por el cierre del gobierno estadounidense también contribuyó a este sentimiento de cautela, reforzando la posición del dólar.