En primer lugar, las persistentes tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, exacerbadas por las críticas de Washington a los controles de exportación de tierras raras por parte de Pekín, han llevado a los inversores a buscar seguridad.
A esto se suma la inestabilidad política interna en EE.
UU., evidenciada por el cierre parcial del gobierno, que genera nerviosismo en los mercados.
El factor más determinante, sin embargo, parece ser la expectativa generalizada de que la Reserva Federal (Fed) de EE.
UU. implementará una política monetaria más laxa.
Los mercados descuentan con altas probabilidades (98% en octubre y 95% en diciembre) que la Fed recortará sus tasas de interés, lo que reduce el costo de oportunidad de mantener oro, un activo que no genera rendimientos. Analistas como Zain Vawda de MarketPulse by OANDA señalan que la trayectoria futura del metal dependerá de estos recortes y de la evolución de la relación entre Washington y Pekín. Vawda incluso sugiere que si la relación bilateral continúa deteriorándose, "eso podría ser la chispa que el oro necesita para superar la barrera de los 5,000 dólares". El oro al contado alcanzó un máximo de 4,270.59 dólares, mientras que los futuros para diciembre llegaron a cotizarse en 4,378 dólares.













