Este notable repunte representa una ganancia sustancial para los inversionistas, considerando que hace apenas un año el precio se ubicaba en 2,750 dólares la onza. Diferentes reportes sitúan la cotización del metal en niveles consistentemente elevados, con cifras de cierre en 4,273.30 y 4,250 dólares, lo que demuestra la fortaleza de la tendencia alcista.

Los analistas atribuyen directamente este comportamiento al aumento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, que ha llevado a los inversionistas a buscar seguridad fuera de los activos de riesgo.

Además del conflicto geopolítico, el alza del oro también es impulsada por un miedo latente a una potencial crisis financiera global. En este contexto, el metal amarillo no solo actúa como una cobertura contra la volatilidad del mercado, sino también como una reserva de valor frente a la posible devaluación de las monedas fiduciarias. La demanda de oro refleja una clara aversión al riesgo en el mercado y una desconfianza generalizada en la estabilidad económica a corto y mediano plazo, lo que ha llevado al activo a romper sus barreras históricas de precios.