El oro, descrito como "el refugio perfecto ante la inflación, la deuda pública y la incertidumbre geopolítica", ha visto su precio dispararse a máximos históricos.

Su atractivo reside en su valor intrínseco y su historia como reserva de valor a lo largo de los siglos.

Paralelamente, activos digitales como Bitcoin y Ethereum están ganando terreno como "refugios frente a la inflación", atrayendo importantes flujos de inversión institucional. La percepción de que estos activos no pueden ser devaluados por la impresión de dinero de los bancos centrales les otorga un atractivo similar al del oro para una nueva generación de inversionistas. La evidencia más clara de este cambio es la aparición de nuevas propuestas de asignación de activos, como la fórmula "60/20/20" (60% acciones, 20% bonos, 20% oro y bitcoin), que refleja una "respuesta emocional de un mundo que duda de sus gobiernos y teme por sus monedas".