El oro ha experimentado un año de notable volatilidad, alcanzando un máximo histórico superior a los 4,380 dólares por onza para luego corregir y cotizar por debajo de los 4,000 dólares. Este comportamiento refleja su doble papel en el mercado actual: como un activo de refugio seguro ante la incertidumbre global y como un instrumento táctico en un entorno de mayor apetito por el riesgo. El ascenso del metal precioso durante 2025 fue impulsado por la desaceleración económica en Estados Unidos y las expectativas de una política monetaria más flexible por parte de la Reserva Federal. Sin embargo, su reciente caída a su nivel más bajo en tres semanas, cotizando en 3,963.50 dólares, se debió a la disminución de su atractivo como refugio seguro ante las esperanzas de un acuerdo comercial entre Estados Unidos y China.
Jim Wyckoff, analista de Kitco Metals, explicó que la posible distensión comercial es “bajista para los metales refugio”.
Analistas como Antonio Di Giacomo señalan la dualidad del oro, que ha subido junto con los mercados accionarios, un comportamiento inusual. Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, calificó al oro y a las criptomonedas como “activos del miedo”, adquiridos por temor a la devaluación y la inseguridad financiera.
Técnicamente, el oro se encuentra en un punto decisivo, con un soporte clave en 3,900 dólares y una resistencia en 4,200.
Su evolución futura dependerá de la interacción entre la política de la Fed, la fortaleza del dólar y el apetito por el riesgo a nivel global.
En resumenEl oro se consolida como un activo estratégico en 2025, aunque su comportamiento es cada vez más complejo, influenciado tanto por su rol de refugio como por su uso táctico. Los inversionistas deben vigilar de cerca los factores macroeconómicos y geopolíticos que dictarán su tendencia en un entorno de creciente volatilidad.