Estos factores geopolíticos y económicos aumentaron la aversión al riesgo entre los inversionistas.

El cierre de gobierno en Estados Unidos alcanzó los 36 días, convirtiéndose en el más largo de la historia del país. Esta situación provocó un retraso en la publicación de indicadores económicos clave, lo que generó incertidumbre sobre las próximas decisiones de la Reserva Federal y limitó la visibilidad sobre la economía. Este contexto de parálisis administrativa contribuyó a la volatilidad del dólar y afectó el apetito por activos de riesgo.

Simultáneamente, surgieron nuevas presiones sobre el T-MEC.

Un grupo de aproximadamente 100 congresistas del Partido Demócrata envió una carta al presidente Donald Trump argumentando que el tratado requiere una “renegociación significativa”. Mencionaron el riesgo de que China utilice a México para evitar aranceles, lo que podría empeorar la posición de Estados Unidos. Además, el Instituto Estadounidense del Petróleo acusó al gobierno de México de violar el tratado en el sector energético, reactivando temores de sanciones comerciales. Esta combinación de factores provocó que el peso mexicano se depreciara a su peor nivel en dos meses, ya que los inversionistas buscaron refugio en activos más seguros como el dólar, cuyo índice DXY se fortaleció a nivel global.