Su reacción instintiva fue proteger a su nieta Sulet, de dos años, cubriéndola completamente con su propio cuerpo.

Esta acción le salvó la vida a la menor, quien resultó con quemaduras pero se reporta estable.

Sin embargo, para Alicia las consecuencias fueron fatales: sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en el 98% de su cuerpo. A pesar de los esfuerzos médicos, falleció en el hospital.

La imagen de Alicia, visiblemente herida, caminando junto a un policía que cargaba a su nieta, se difundió ampliamente, conmoviendo a la nación y convirtiéndola en un símbolo del amor de una abuela.

Su hija expresó el sentir de muchos al pedir a los médicos que hicieran todo lo posible por salvarla: “Por favor, haga todo lo que esté en sus posibilidades para salvar a mi mamá.

No le tocaba estar ahí”.

Su historia es un recordatorio desgarrador del costo humano de la tragedia, pero también un poderoso testimonio del sacrificio y el amor que pueden surgir incluso en las circunstancias más terribles, un abrazo que, como describió un medio, “venció al fuego”.