En Tepic, la celebración comenzó a la medianoche con “Las Mañanitas” entonadas por mariachis, dando paso a una jornada donde la comunidad ofreció gratuitamente tamales, atole y pozole.

Allí, testimonios de fe conmovieron a los presentes, como el de Gabriela Ríos Guerrero, quien asistió vestida como el santo tras sobrevivir al dengue hemorrágico, y el de Bertha Alicia Núñez, quien atribuye a su intercesión la desaparición de un cáncer avanzado.

“¡Los milagros sí existen!

San Judas me devolvió la salud”, afirmó emocionada.

En Monclova, la capilla del centro fue el epicentro de una “arrolladora manifestación de fe”, con misas desde el amanecer y una kermés que unió a la comunidad. De manera similar, en Tampico, los comerciantes de los mercados celebraron su 15ª fiesta anual con misas, danzas y una comida comunitaria de cochinita pibil. Estas celebraciones, replicadas en ciudades como Parral, Frontera y Puebla, no son solo eventos religiosos, sino también poderosas reuniones comunitarias que fomentan la solidaridad y la esperanza compartida, transformando los espacios públicos en epicentros de gratitud y tradición.