El Senado de la República aprobó por unanimidad la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar los Delitos en Materia de Extorsión, un nuevo marco jurídico que homologa el tipo penal en todo el país y endurece significativamente las sanciones. La legislación, que fue devuelta con modificaciones a la Cámara de Diputados, busca cerrar espacios a la impunidad en uno de los delitos de mayor incidencia nacional. La nueva ley, impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum, representa un cambio estratégico en el combate a la delincuencia, alejándose de la política de “abrazos, no balazos” del sexenio anterior, según celebraron legisladores de oposición como Alejandra Barrales de Movimiento Ciudadano. El marco jurídico establece que la extorsión se perseguirá de oficio y eleva la pena base de 15 a 25 años de prisión, con agravantes que pueden llevar la sanción hasta 42 años, especialmente en casos de violencia, extorsiones desde reclusorios o contra grupos vulnerables como migrantes.
Modalidades como los “montachoques” también fueron tipificadas como agravantes.
Un punto central de la reforma es el combate a la extorsión desde los centros penitenciarios.
Se establecen penas de seis a 12 años para quien introduzca dispositivos de comunicación a las cárceles y de hasta 30 años para funcionarios que lo permitan. Además, los centros de readaptación tendrán seis meses para implementar tecnologías que inhiban las señales de celular. La ley también sanciona con 10 a 20 años de prisión a servidores públicos que no denuncien actos de extorsión de los que tengan conocimiento. Durante el debate, el senador de Morena, Enrique Inzunza, afirmó que con esta reforma “México no tolerará la extorsión en ninguna de sus formas”. A pesar del consenso unánime en la votación general, legisladores del PAN y PRI, como Mayuli Martínez y Carolina Viggiano, advirtieron que la ley podría quedar en “letra muerta” al no asignársele un presupuesto específico para su implementación, lo que dificultaría la creación de las unidades especializadas y la capacitación que la propia norma exige.
En resumenLa aprobación de la Ley General contra la Extorsión refleja un consenso político para endurecer la respuesta del Estado ante este delito, unificando criterios a nivel nacional, aumentando las penas y atacando su operación desde los penales. Sin embargo, su éxito dependerá de la asignación de recursos suficientes para su implementación, una preocupación clave señalada por la oposición.