Esta medida se produce en un contexto de aumento en las detenciones y deportaciones de inmigrantes en Estados Unidos. Como estrategia alternativa, el cantante optó por una residencia extendida de 30 conciertos en San Juan, Puerto Rico, destacando que, al ser un “territorio no incorporado” de EE.

UU., sus seguidores del continente podían viajar para verlo en un entorno que consideraba más seguro.

Con esta acción, Bad Bunny utiliza su inmensa plataforma no solo para el entretenimiento, sino también como un vehículo de protesta y solidaridad, criticando abiertamente las políticas antiinmigratorias y posicionándose como un defensor de las comunidades migrantes que constituyen una parte fundamental de su base de seguidores.