Su estrategia fue reconocer su emoción pero redefinirla, negando el enojo que se le atribuía.

"No malinterpreten las cosas.

Yo sentí tristeza, como todo mundo puede comprenderme, ¿verdad?

pero no enojo, enojo jamás, triste poquito", declaró a la prensa.

Con esta afirmación, buscó humanizar su reacción, enmarcándola en la decepción natural de un padre que deseaba la victoria para su hijo, pero desvinculándola de cualquier connotación negativa o de conflicto. Además, respaldó al ganador, Aldo de Nigris, calificándolo como "una chulada de muchacho" y desestimando la importancia del premio económico.

Por su parte, Abelito también defendió a su padre en una transmisión en vivo, explicando que su seriedad se debía a que no está acostumbrado a las cámaras: "Lo vi serio, pero no porque estuviera enojado.

Es bien agradecido, solo estaba procesando todo".

Esta defensa coordinada entre padre e hijo sirvió para apaciguar las críticas y controlar la narrativa, transformando una reacción impulsiva en una anécdota de la intensa final.