Un incidente de alto perfil involucró a Nawat Itsaragrisil, director de la franquicia tailandesa, quien insultó públicamente a Miss México, Fátima Bosch, llamándola “tonta” e intentando intimidarla. Este acto provocó que varias concursantes abandonaran un evento en señal de solidaridad y una firme respuesta de Bosch, quien declaró: “No van a poder conmigo ni con mi país porque no voy a dejar la chamba tirada”.
La Organización Miss Universo (MOU) intervino, y su copropietario, Raúl Rocha, anunció “acciones corporativas y legales”, aunque posteriormente ambos directivos se reconciliaron públicamente.
Para agravar la situación, dos jueces oficiales, Omar Harfouch y Claude Makélélé, renunciaron días antes de la final. Harfouch denunció el proceso como una “farsa”, alegando la existencia de un “jurado improvisado” secreto con conflictos de interés que ya había preseleccionado a las 30 finalistas. La MOU negó rotundamente estas acusaciones, afirmando que Harfouch confundió el proceso de evaluación con una iniciativa social independiente. El certamen también se vio afectado por problemas de salud, con al menos siete concursantes sufriendo intoxicación alimentaria y la representante de Jamaica, Gabrielle Henry, sufriendo una grave caída del escenario que requirió hospitalización.













