Herrera destacó en entrevista que el proyecto es “muy valiente, arriesgado, y tiene una mirada distinta, muy necesaria porque no es lastimera”.

La trama explora los acuerdos invisibles, las frustraciones y las alegrías de una relación, cuestionando qué significa “domesticarse” o adaptarse a la vida en pareja. Para el actor, abrirse emocionalmente en cámara fue más complejo que las escenas de desnudos, ya que requirió un profundo entendimiento y respeto mutuo con Sosa Villada, quien lo acompañó en la construcción del personaje. Este filme se suma a una etapa en la carrera de Herrera marcada por adaptaciones literarias, como *Las muertas* y *La casa de los espíritus*, consolidando su interés por historias con una sólida columna vertebral narrativa.