La marca española de 'fast-pasta' Relleno llega a Lisboa con un modelo de 'dark kitchen'
La innovadora marca española Relleno, especializada en pasta fresca preparada en tiempo récord, ha anunciado su llegada a Lisboa para el 6 de octubre. Este lanzamiento marca el primer paso en la expansión internacional de la compañía, que operará inicialmente bajo el modelo de 'dark kitchen' exclusivamente para entregas a domicilio a través de plataformas como Bolt Food, Glovo y Uber Eats. Fundada en 2023 por Paolo Colombo, Lorenzo Redaelli y Oriol Reull, Relleno ha ganado popularidad en ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia con su propuesta de 'fast-pasta', que promete platos listos en un promedio de un minuto y medio. El concepto se basa en un menú personalizable donde los clientes pueden combinar pastas frescas con una variedad de salsas, desde recetas clásicas hasta creaciones más audaces como los ravioles de limón con pesto, burrata y pistacho, utilizando ingredientes de calidad importados de Italia. La elección de Lisboa no es casual; según el cofundador Oriol Reull, la ciudad "representa exactamente el tipo de mercado donde Relleno quiere crecer: un mercado urbano denso, con fuerte penetración de los servicios de delivery y un público joven y cosmopolita". La marca no solo busca ofrecer una solución de comida rápida y de calidad, sino también redefinir la percepción de la pasta. "La pasta es uno de los alimentos más consumidos del mundo, pero ha sido tratada injustamente. Queremos recuperar la esencia de Italia y transformar la manera en que se come pasta en el mundo: de forma rápida, bella y sin comprometer la calidad", afirma Paolo Colombo. Con un enfoque en el diseño, desde el empaque minimalista hasta su comunicación visual, Relleno aspira a convertir la pasta en un producto cultural y aspiracional.



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Sus padres realizaron una rica cena además de cantarle las mañanitas con su pastel

Origen de la luz, luz poderosa,Luz que ilumina el sol, las once esferas;Luz, ¿quién es luz, sino Tú, luz hermosa?Lope de Vega Hace unas semanas leía yo a Juan Villoro en su excelente columna del Reforma. Su artículo se titulaba La locura del diamante y me llamó mucho la atención una frase que utilizó en su texto: “...había ardido con su propia luz”. En un mundo que a menudo premia la imitación, la adaptación y la conformidad, la idea de “arder con tu propia luz” se erige como un acto de profunda rebeldía y autenticidad. No se trata de un simple eslogan de autoayuda, sino de una filosofía de vida que invita a encender la chispa interior que nos define, a alimentar nuestra singularidad y a iluminar el camino no con la antorcha prestada de otros, sino con el fuego que nace de nuestro propio ser. Este concepto, poético en su formulación, es pragmático en su exigencia: requiere introspección, valor para enfrentar la oscuridad propia y la fortaleza para brillar, incluso cuando ese brillo desafía la norma. La primera y más crucial batalla para arder con luz propia se libra en el interior. Vivimos en una era de ruido constante, donde las expectativas sociales, los mandatos familiares y el zumbido digital crean un eco ensordecedor que ahoga la voz interna. Antes de poder irradiar hacia fuera, debemos aprender a escucharnos dentro. Este proceso de introspección—de preguntarnos qué nos apasiona, qué valores nos definen y qué huella deseamos dejar— es el combustible necesario para encender nuestra llama. Figuras históricas como Virginia Woolf, con su prosa introspectiva y su desafío a las convenciones literarias y sociales, o Vincent van Gogh, cuyo pincel ardía con una visión única e incomprendida en su tiempo, no siguieron un manual de éxito. Ellos excavaron en su dolor, su genialidad y su percepción única del mundo para encontrar una luz tan potente que, con el tiempo, iluminó a generaciones enteras. Sin embargo, arder con luz propia implica, inevitablemente, aceptar el riesgo de ser visible. La luz atrae tanto a polillas como a críticos. Brillar auténticamente puede generar incomprensión, envidia o incluso rechazo. La presión social para apagarse, para atenuar el brillo y fundirse en la penumbra gris de lo común, es poderosa. Es aquí donde el acto de arder se convierte en un acto de valentía. Es la decisión consciente de preferir la autenticidad radiante al confort de la invisibilidad. La artista Frida Kahlo no sólo pintó su dolor físico y emocional, sino que lo transformó en arte crudo y vibrante. Ardió con la intensidad de sus experiencias, y aunque su luz surgió de la tormenta, se negó a que la apagaran, desafiando toda norma estética y social de su época. Su luz era áspera, personal e inconfundiblemente suya. Arder con tu propia luz trasciende el mero individualismo. No es un acto narcisista de brillar para cegar a los demás, sino de iluminar para guiar. Una luz auténtica tiene un poder catalizador; muestra a otros que es posible ser diferente, que hay valor en la singularidad. Funciona como un faro que, sin imponer una ruta, revela que existen otros caminos. En este sentido, la luz personal se convierte en un legado. Columnista: Antonio Peniche GarcíaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0


