Todos los paquetes ofrecen amenidades de bienvenida y check-out tardío.
El Lisbon Marriott Hotel presenta sus programas de lujo para Navidad y Año Nuevo
El Lisbon Marriott Hotel ha revelado sus exclusivos programas para las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, ofreciendo una combinación de gastronomía tradicional y entretenimiento sofisticado. Las propuestas buscan transformar el hotel en un escenario de elegancia para crear recuerdos inolvidables durante la temporada festiva. Para la víspera de Navidad, el Restaurante CITRUS ofrecerá una cena buffet especial preparada por el chef Dominic Smart, acompañada por un violinista en vivo. El menú incluirá clásicos como bacalao, salmón asado en sal, risotto de berberechos y camarones, además de postres típicos como bolo-rei y rabanadas, con un costo de 85 euros por persona. El almuerzo del día 25 de diciembre continuará la celebración con un saxofonista en vivo y platos como pulpo à lagareiro, ravioles de cangrejo y pavo asado. Para recibir el 2026, el hotel ha preparado una gala de Réveillon con un espectáculo de inspiración latinoamericana, DJ y un buffet de gala que incluye delicias como robalo asado, pato confitado y costilla de res. El precio para la cena y fiesta de fin de año es de 170 euros por persona. Además, el hotel ofrece paquetes de alojamiento especiales para ambas festividades. El paquete de Navidad incluye una estancia en habitación doble con desayuno y la opción de cena de Nochebuena o almuerzo de Navidad, a partir de 348,10 euros. El paquete de Año Nuevo, que incluye la cena de gala, comienza en 518,10 euros.

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Sus padres realizaron una rica cena además de cantarle las mañanitas con su pastel

Origen de la luz, luz poderosa,Luz que ilumina el sol, las once esferas;Luz, ¿quién es luz, sino Tú, luz hermosa?Lope de Vega Hace unas semanas leía yo a Juan Villoro en su excelente columna del Reforma. Su artículo se titulaba La locura del diamante y me llamó mucho la atención una frase que utilizó en su texto: “...había ardido con su propia luz”. En un mundo que a menudo premia la imitación, la adaptación y la conformidad, la idea de “arder con tu propia luz” se erige como un acto de profunda rebeldía y autenticidad. No se trata de un simple eslogan de autoayuda, sino de una filosofía de vida que invita a encender la chispa interior que nos define, a alimentar nuestra singularidad y a iluminar el camino no con la antorcha prestada de otros, sino con el fuego que nace de nuestro propio ser. Este concepto, poético en su formulación, es pragmático en su exigencia: requiere introspección, valor para enfrentar la oscuridad propia y la fortaleza para brillar, incluso cuando ese brillo desafía la norma. La primera y más crucial batalla para arder con luz propia se libra en el interior. Vivimos en una era de ruido constante, donde las expectativas sociales, los mandatos familiares y el zumbido digital crean un eco ensordecedor que ahoga la voz interna. Antes de poder irradiar hacia fuera, debemos aprender a escucharnos dentro. Este proceso de introspección—de preguntarnos qué nos apasiona, qué valores nos definen y qué huella deseamos dejar— es el combustible necesario para encender nuestra llama. Figuras históricas como Virginia Woolf, con su prosa introspectiva y su desafío a las convenciones literarias y sociales, o Vincent van Gogh, cuyo pincel ardía con una visión única e incomprendida en su tiempo, no siguieron un manual de éxito. Ellos excavaron en su dolor, su genialidad y su percepción única del mundo para encontrar una luz tan potente que, con el tiempo, iluminó a generaciones enteras. Sin embargo, arder con luz propia implica, inevitablemente, aceptar el riesgo de ser visible. La luz atrae tanto a polillas como a críticos. Brillar auténticamente puede generar incomprensión, envidia o incluso rechazo. La presión social para apagarse, para atenuar el brillo y fundirse en la penumbra gris de lo común, es poderosa. Es aquí donde el acto de arder se convierte en un acto de valentía. Es la decisión consciente de preferir la autenticidad radiante al confort de la invisibilidad. La artista Frida Kahlo no sólo pintó su dolor físico y emocional, sino que lo transformó en arte crudo y vibrante. Ardió con la intensidad de sus experiencias, y aunque su luz surgió de la tormenta, se negó a que la apagaran, desafiando toda norma estética y social de su época. Su luz era áspera, personal e inconfundiblemente suya. Arder con tu propia luz trasciende el mero individualismo. No es un acto narcisista de brillar para cegar a los demás, sino de iluminar para guiar. Una luz auténtica tiene un poder catalizador; muestra a otros que es posible ser diferente, que hay valor en la singularidad. Funciona como un faro que, sin imponer una ruta, revela que existen otros caminos. En este sentido, la luz personal se convierte en un legado. Columnista: Antonio Peniche GarcíaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0


