El funcionario federal descartó que el religioso tuviera vínculos con actividades ilícitas o que hubiera recibido amenazas previas, calificando el suceso como un *“delito muy lamentable en la zona”*.

La Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, a través del obispo José de Jesús Hernández, lamentó el crimen y exigió una investigación exhaustiva. El obispo también señaló que la Iglesia no tenía conocimiento de que el sacerdote tuviera un chofer y mencionó los peligros que enfrenta el clero en regiones controladas por el crimen organizado, donde *“la ciudadanía no puede salir y tampoco nosotros podemos entrar”*.

Cientos de feligreses despidieron al párroco en una misa de cuerpo presente, recordando su labor pastoral de ocho años en la comunidad.