Un grupo de civiles armados disparó directamente contra ellos, lo que desencadenó un intenso despliegue de militares y policías por tierra y aire, con apoyo de un helicóptero. Los agresores, que inicialmente se transportaban en un vehículo Jeep, lo abandonaron y despojaron a un civil de un automóvil Toyota Corolla para intentar escapar del cerco policiaco-militar.

Sin embargo, fueron interceptados y sometidos por elementos del Ejército y policías federales y municipales en el sector centro de la ciudad.

Los cuatro detenidos vestían pantalones tipo militar al momento de su captura.

En el vehículo en el que intentaban huir se encontró un arsenal que incluía diez armas de fuego, granadas, cargadores y cartuchos. Este suceso formó parte de una “jornada violenta” en la capital sinaloense, coincidiendo con una riña mortal en el penal de Aguaruto. Un artículo destaca la aparente normalización de la violencia entre los ciudadanos, quienes durante el operativo de detención mostraban más curiosidad que temor, un fenómeno calificado como “delicado”. La Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal lamentó el fallecimiento de los agentes, ambos con varios años de servicio.