Miles de ciudadanos en Uruapan, Michoacán, y otras ciudades como Guadalajara, Jalisco, han salido a las calles para exigir justicia por el asesinato del alcalde Carlos Manzo Rodríguez y demandar un alto a la violencia que azota la región. Las manifestaciones, caracterizadas por su gran afluencia y la participación de diversos sectores sociales, reflejan un profundo hartazgo ante la inseguridad y la impunidad. En Uruapan, se llevó a cabo una de las movilizaciones más grandes en la historia del municipio, con estimaciones de Protección Civil que superan las 60,000 personas. Convocada como la “Marcha por la Paz y la Justicia”, la protesta paralizó la ciudad con un paro general de actividades comerciales, educativas y de transporte.
Los manifestantes, vestidos de blanco y portando sombreros en honor a Manzo, corearon consignas como “¡Carlos no murió, el gobierno lo mató!” y “¡Fuera Bedolla!”, en referencia al gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla.
La marcha fue encabezada por la abuela del alcalde, Raquel Ceja, y contó con la presencia de su viuda y ahora alcaldesa sustituta, Grecia Quiroz, quien en su primer discurso público exigió al gobierno federal “que volteen a ver a nuestro municipio” y que se ponga fin a las extorsiones.
Paralelamente, en Guadalajara, michoacanos residentes y colectivos ciudadanos realizaron marchas para visibilizar la crisis de violencia estructural. Estas protestas, de carácter apartidista, subrayan una creciente demanda social por resultados concretos en materia de seguridad, más allá de los planes y discursos oficiales.
En resumenEl asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ha catalizado una respuesta social masiva en Michoacán y otras partes del país. Las multitudinarias marchas por la paz no solo exigen justicia para el edil, sino que también evidencian un clamor generalizado contra la violencia, la extorsión y la falta de acción gubernamental efectiva.