Su desempeño en 2025 ha mostrado ganancias significativas, aunque su alta volatilidad sigue siendo un factor determinante que genera tanto fascinación como escepticismo entre los inversionistas.
Hacia finales de septiembre de 2025, el precio de Bitcoin se mantenía en torno a los 114,400 dólares, acumulando una ganancia del 22.5% en lo que va del año.
Este rendimiento ha reavivado el debate sobre si la criptomoneda puede ser considerada el “oro del siglo XXI”. Sus defensores argumentan que comparte características clave con el metal precioso, siendo la escasez la más relevante.
A diferencia del oro, cuya oferta es finita pero desconocida, Bitcoin tiene un límite programado e inalterable de 21 millones de monedas, lo que lo posiciona como una posible cobertura contra la devaluación de las monedas fiduciarias.
Otras similitudes incluyen su durabilidad, ya que existe en una red descentralizada global, y su divisibilidad, permitiendo transacciones de cualquier tamaño. Sin embargo, su principal ventaja es la portabilidad: es posible transferir grandes sumas de valor a cualquier parte del mundo en minutos, un proceso logísticamente complejo y costoso para el oro.
A pesar de estas ventajas, las diferencias son notables. El oro tiene una historia de más de 5,000 años como depósito de valor, mientras que Bitcoin apenas tiene unas décadas. Su volatilidad es su característica más notoria, con fluctuaciones de precios drásticas que contrastan con la relativa estabilidad del oro.
Además, su naturaleza puramente digital representa una barrera psicológica para muchos ahorradores acostumbrados a los activos tangibles.
Los informes muestran movimientos contradictorios a corto plazo, con un artículo mencionando un avance del 2.47% y otro un retroceso del 1.6%, lo que subraya su naturaleza impredecible.













