Esta divergencia se explica en gran medida por cómo los mercados perciben y negocian cada activo.

El oro es visto como un ancla probada contra el caos, con una historia de 5,000 años como depósito de valor. Por otro lado, Bitcoin, a pesar de compartir propiedades como la escasez, se comporta más como un activo tecnológico.

Su correlación con el índice Nasdaq 100, centrado en la tecnología, es de 0.32, mientras que su vínculo con el oro es de apenas 0.09. Esto indica que Bitcoin tiende a moverse al ritmo de Silicon Valley, subiendo con las acciones de crecimiento y cayendo cuando el apetito por el riesgo disminuye. A pesar de su menor rendimiento este año, Bitcoin sigue siendo considerado un método de ahorro viable por sus propiedades únicas: escasez programada, durabilidad digital, divisibilidad y portabilidad.

Sin embargo, su alta volatilidad y su corta historia lo convierten en una apuesta de mayor riesgo en comparación con la estabilidad del oro. Un análisis sugiere que los meses de octubre y noviembre han sido históricamente fuertes para Bitcoin, por lo que la brecha de rendimiento con el oro podría reducirse antes de fin de año.