El desplome no fue aislado; otras criptomonedas importantes como Ethereum, Cardano, Solana y Dogecoin también registraron caídas de dos dígitos.

Los analistas atribuyen la caída a una confluencia de factores macroeconómicos. El principal detonante fue el nerviosismo en torno a una posible burbuja en el sector de la inteligencia artificial (IA), que provocó una venta masiva de acciones tecnológicas a pesar de los sólidos resultados de Nvidia. A esto se sumó la incertidumbre sobre la próxima decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos, ya que datos laborales robustos disminuyeron las expectativas de un recorte de tasas en diciembre. Varios informes también señalan que la tendencia bajista se intensificó desde el 10 de octubre, cuando declaraciones del presidente Donald Trump sobre una posible nueva guerra comercial con China desencadenaron una liquidación récord de activos de riesgo. Como señaló la analista Danni Hewson de AJ Bell, la volatilidad del Bitcoin "es inherente a su naturaleza, y su precio está fuertemente influenciado por el sentimiento del mercado", añadiendo que "el riesgo durante una venta masiva de criptomonedas es que los inversores, ansiosos por vender, exacerben la caída". El impacto se ha sentido también a nivel institucional, con salidas récord en ETFs de Bitcoin como el de BlackRock.