Ante esto, el presidente Trump expresó estar “sorprendido” por el fallo y defendió a Bolsonaro, a quien describió como un “buen hombre” y un “buen presidente”.
Desde la Casa Blanca, Trump comparó la situación de su aliado brasileño con los procesos judiciales que él mismo enfrentó en Estados Unidos. “Es muy parecido a lo que intentaron hacer conmigo, pero no se salieron con la suya”, afirmó. La respuesta de Washington no se ha limitado a la retórica.
Previamente, Trump había impuesto un arancel punitivo del 50% sobre la mayoría de los productos brasileños exportados a Estados Unidos, en una clara represalia por el juicio contra Bolsonaro. Además, la administración estadounidense sancionó al juez del Supremo Tribunal brasileño, Alexandre de Moraes, instructor del caso, prohibiéndole la entrada al país y acusándolo de liderar una “caza de brujas”.
Altos funcionarios estadounidenses, como el secretario de Estado Marco Rubio y el vicesecretario Christopher Landau, condenaron públicamente la sentencia. Rubio la calificó como “persecución política”, mientras que Landau afirmó que Estados Unidos condena el uso de la ley “como arma política” y que el juez Moraes está “socavando el estado de derecho”. El gobierno de Brasil, por su parte, ha rechazado las presiones, afirmando que no se “intimidará” por las “amenazas” y defendiendo la independencia de su poder judicial.