La iniciativa comenzó en agosto con la federalización de la policía de Washington D.C. y el despliegue de aproximadamente 2,000 miembros de la Guardia Nacional. La Casa Blanca ha calificado la operación como un “tremendo éxito”, citando una reducción en los delitos violentos y más de 2,100 arrestos.

Tras esta experiencia, Trump anunció que Memphis, Tennessee, sería la siguiente ciudad en recibir tropas federales. El presidente afirmó que el alcalde demócrata de la ciudad, Paul Young, estaba “feliz” con la decisión. Sin embargo, Young desmintió esta afirmación, declarando a la prensa: “ciertamente no estoy feliz sobre la Guardia Nacional”. La oposición a la medida ha sido contundente por parte de otros líderes locales.

El alcalde del condado de Shelby, Lee Harris, calificó el despliegue como “decepcionante, antidemocrático y viola las normas estadounidenses”.

Argumentó que la presencia militar podría causar “confusión y miedo” y dañar la reputación del estado. A pesar de la resistencia local, la medida cuenta con el apoyo de figuras republicanas como la senadora Marsha Blackburn, quien aplaudió la decisión de Trump para hacer a Memphis “segura de nuevo”. La estrategia de militarización para combatir el crimen en ciudades gobernadas por demócratas se perfila como una política central y divisiva de la administración.