Un ataque aéreo israelí contra líderes de Hamás en Doha, Catar, ha generado tensiones con la administración Trump, que expresó su descontento por la operación unilateral en el territorio de un aliado clave de Estados Unidos en la mediación del conflicto en Gaza. El Ejército israelí confirmó su responsabilidad en un “bombardeo de precisión” contra la cúpula de Hamás en Doha, afirmando que eran responsables de la masacre del 7 de octubre. El ataque, sin embargo, no logró eliminar a los altos cargos, aunque sí causó la muerte de cinco miembros de menor rango y un policía catarí. La reacción de la Casa Blanca fue de notable moderación pero clara desaprobación.
El presidente Donald Trump declaró que no estaba “muy contento con toda esta situación” y enfatizó: “Esta fue una decisión tomada por el primer ministro Netanyahu, no fue una decisión tomada por mí”.
La situación es diplomáticamente delicada para Washington, ya que Catar es un socio estratégico que alberga una importante base militar estadounidense y ha sido un mediador fundamental en las negociaciones para un alto el fuego y la liberación de rehenes.
El gobierno de EE. UU. afirmó haber intentado advertir a Catar sobre el ataque después de ser notificado por Israel, pero que el aviso llegó “desafortunadamente, demasiado tarde para detener el ataque”, una versión que fue refutada por las autoridades cataríes. Para gestionar las repercusiones, el Secretario de Estado, Marco Rubio, viajó a Israel para buscar explicaciones y reafirmar la alianza, a pesar de la fricción generada por la operación.
En resumenUn ataque israelí en Catar ha creado una brecha diplomática con la administración Trump, obligando a Estados Unidos a equilibrar su sólida alianza con Israel con su asociación estratégica con Catar, un mediador clave en el Medio Oriente. La operación unilateral de Israel ha complicado los esfuerzos de paz en la región.