y Memphis.

Esta estrategia de mano dura ha provocado un choque directo con las autoridades locales y ha abierto un debate sobre los límites del poder ejecutivo y la militarización de la seguridad interna. Trump firmó un decreto para enviar tropas a Memphis, Tennessee, a la que calificó como “cuatro veces más peligrosa que la Ciudad de México”. La operación, según la Casa Blanca, será una “réplica” de la ya implementada en Washington D.C. en agosto, e incluirá al FBI, la DEA y el ICE. La decisión fue respaldada por el gobernador republicano de Tennessee, Bill Lee, pero rechazada por el alcalde demócrata de Memphis, Paul Young. En la capital del país, el despliegue de la Guardia Nacional se ordenó argumentando que la tasa de homicidios era alarmantemente alta. Trump afirmó que, gracias a su intervención, la ciudad pasó “de ser una de las más peligrosas y con más asesinatos de EU, e incluso del mundo, a ser una de las más seguras”.

La situación en Washington D.C. se tensó aún más cuando Trump amenazó con declarar una “emergencia nacional” y “federalizar” la policía metropolitana si la alcaldesa Muriel Bowser mantenía su decisión de no cooperar con el ICE en la deportación de migrantes. Bowser había informado que la policía local no colaboraría con operativos migratorios, lo que Trump interpretó como una medida que permitiría que “el crimen volviera con fuerza”.

Expertos legales han advertido que estas acciones podrían constituir un abuso de poder y violar la soberanía de los estados y ciudades.