Esta declaración representa un cambio táctico en la diplomacia de Pyongyang, que busca ser reconocido como una potencia nuclear de facto. En un discurso difundido por medios estatales, Kim afirmó que “no hay razón para no enfrentar a Estados Unidos” si Washington acepta la realidad de su capacidad nuclear.

Subrayó que Corea del Norte “nunca” depondrá sus armas, haciendo una aparente referencia al destino del líder libio Muamar Gadafi, quien fue derrocado tras renunciar a su programa nuclear.

De manera personal, Kim expresó tener “buenos recuerdos del presidente estadounidense Trump”, con quien se reunió en tres ocasiones durante su primer mandato, en un proceso de diálogo que finalmente colapsó en 2019. Estas declaraciones se producen en un contexto de creciente alineación de Corea del Norte con China y Rusia, en un desafío al orden mundial liderado por Estados Unidos.

Por su parte, la administración Trump ha expresado previamente su interés en un nuevo encuentro, destacando la “muy buena relación” entre ambos líderes, aunque no está claro si existen comunicaciones activas entre los dos países.