Con un tono desafiante y nativista, Trump advirtió a los líderes mundiales, especialmente a los europeos, que “sus países se están yendo al infierno” debido a la migración, un fenómeno que, según él, la ONU financia y fomenta. “Se supone que la ONU debe detener las invasiones, no crearlas ni financiarlas”, afirmó.

Culpó a su predecesor, Joe Biden, por una supuesta política de fronteras abiertas que permitió la entrada de “millones de personas”. En materia ambiental, se burló de las energías renovables, llamándolas “un chiste”, y celebró la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, defendiendo el uso de combustibles fósiles. El discurso también abordó la política exterior, donde Trump se atribuyó el mérito de haber puesto fin a siete guerras y criticó a la ONU por no haberle ayudado.

En cuanto al conflicto en Gaza, calificó el reconocimiento de un Estado palestino como una “recompensa” para Hamás.

Su intervención contrastó fuertemente con los llamados a la cooperación de otros líderes, reafirmando su doctrina de “America First” y su visión de un orden mundial liderado por Estados Unidos bajo sus propios términos.