"Si creemos que alguna ciudad puede ser siquiera un poco peligrosa para el Mundial (...) no lo permitiremos. Moveremos un poco las cosas", aseguró Trump desde el Despacho Oval.

El mandatario puso un énfasis particular en sedes como Seattle y San Francisco, a las que describió como "gobernadas por lunáticos de la izquierda radical que no saben lo que se hacen". Esta declaración se alinea con acciones previas de su administración, como el despliegue de la Guardia Nacional en ciudades como Los Ángeles y Washington para, según él, contrarrestar el crimen. Aunque Trump expresó su esperanza de que no sea necesario realizar cambios, su advertencia introduce un elemento de incertidumbre política en la organización de dos de los eventos deportivos más importantes del mundo.

Varios artículos señalan que existen dudas sobre si el gobierno federal posee la autoridad legal para modificar las sedes ya designadas por organismos internacionales como la FIFA y el Comité Olímpico Internacional, que operan bajo contratos y acuerdos establecidos. La medida es vista como un uso de eventos internacionales como palanca en disputas políticas internas.