El tono del evento fue una mezcla de fervor religioso y mitin político. Mientras la viuda de Kirk, Erika, ofreció un mensaje de perdón cristiano hacia el asesino, Trump adoptó una postura de confrontación, declarando: “Odio a mi oponente y no quiero lo mejor para ellos”. El presidente y sus asesores, como Stephen Miller, utilizaron el homenaje para lanzar advertencias a la “izquierda radical”, a la que culpan del asesinato, y prometieron continuar el legado de Kirk con más fuerza. El evento también sirvió como un reencuentro público entre Trump y el empresario Elon Musk, quienes fueron vistos conversando y dándose la mano. El asesinato de Kirk ha profundizado la polarización en Estados Unidos, con su figura siendo venerada por la derecha como un defensor de la libertad de expresión y los valores cristianos, mientras que sus críticos señalan su retórica divisiva.