La presión pública y mediática fue tan fuerte que ABC revirtió su decisión, y Kimmel regresó al aire con un monólogo en el que afirmó que “las amenazas del Gobierno para silenciar a un comediante que no le gusta al presidente es antiamericano”.

Su programa de regreso alcanzó una audiencia récord de más de seis millones de personas, con decenas de millones más viéndolo en línea. El presidente Trump reaccionó con enojo, llamando a Kimmel y a la cadena “una bola de ‘losers’” y amenazando con una demanda. El episodio es visto como una victoria para la libertad de expresión, demostrando que la comedia política sigue siendo un espacio vital y protegido para la crítica al poder en la democracia estadounidense, a pesar de los intentos de intimidación gubernamental.