Esta parálisis, la primera en casi siete años, subraya la profunda división política entre la administración Trump y los demócratas. El punto muerto se originó por el desacuerdo en torno al financiamiento de la atención médica. Los demócratas condicionaron su apoyo a la extensión de los subsidios de la Ley de Cuidado de Salud Asequible (conocida como Obamacare) y a la reversión de los recortes a Medicaid incluidos en la reforma fiscal de Trump. Los republicanos, por su parte, insistieron en aprobar una medida de financiamiento temporal “limpia” sin estas disposiciones.
En votaciones consecutivas, ambas partes bloquearon las propuestas del otro, llevando la situación a un punto muerto.
El presidente Trump adoptó una postura desafiante, amenazando con usar el cierre para perjudicar a sus oponentes.
Afirmó que “mucho bien puede venir de los cierres”, incluyendo la posibilidad de “recortar grandes números de personas, cortando cosas que les gustan, recortando programas que les gustan” a los demócratas. El líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, respondió: “Si el presidente fuera inteligente, movería cielo y tierra para arreglar esta crisis de atención médica de inmediato”. En contraste, el líder de la mayoría republicana, John Thune, culpó a la “base de extrema izquierda de los demócratas” por exigir un enfrentamiento. La parálisis afectó a aproximadamente 750,000 empleados federales, quienes fueron suspendidos temporalmente, generando una pérdida estimada de 400 millones de dólares diarios en salarios y la interrupción de numerosos servicios gubernamentales no esenciales.












