Esta estrategia implica una mayor militarización de espacios civiles y un endurecimiento de los estándares internos del ejército. En una reunión sin precedentes en la base de Quantico, Virginia, con más de 800 altos mandos militares, Hegseth anunció un plan para acabar con “décadas de decadencia” dentro del ejército, prometiendo eliminar lo que llamó “basura ideológica”, como programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) y entrenamientos sobre cambio climático. La nueva doctrina recupera valores “de antaño”, imponiendo pruebas físicas más exigentes y eliminando la tolerancia a “generales y almirantes gordos” y soldados con “barbas y cabello largo”.

El propio Trump intensificó el discurso, declarando que el país enfrenta “una invasión desde adentro” por parte de la “izquierda radical”. Propuso utilizar ciudades gobernadas por demócratas como Chicago, Nueva York o Los Ángeles como “campos de entrenamiento para nuestras fuerzas militares” y ordenó el despliegue de la Guardia Nacional para “ponerlas en orden una por una”. Esta retórica se enmarca en una estrategia más amplia que incluye el cambio de nombre del Departamento de Defensa a “Departamento de Guerra” y la destitución de altos mandos militares que no se alinean con esta nueva visión combativa.