El presidente Donald Trump ha defendido enérgicamente el despliegue de tropas federales en ciudades estadounidenses, argumentando que el país enfrenta una “invasión desde dentro” por parte de la “izquierda radical” y la inmigración ilegal. En un acto sin precedentes, Trump y su secretario de Guerra, Pete Hegseth, se dirigieron a 800 altos mandos militares para anunciar una nueva doctrina que busca “resucitar el espíritu guerrero” de las fuerzas armadas. Durante su discurso en la base de Quantico, Virginia, Trump sugirió utilizar las “ciudades peligrosas” gobernadas por demócratas, como Chicago y Portland, como “campos de entrenamiento para nuestro ejército”.
Esta declaración se produce mientras su administración ya ha enviado a la Guardia Nacional a Los Ángeles, Washington D.C.
y Memphis, y planea hacerlo en otras ciudades, a menudo en contra de la voluntad de las autoridades locales.
Trump afirmó que la amenaza interna es “más difícil en muchos sentidos porque no llevan uniforme”.
Por su parte, el secretario Hegseth anunció el fin de las políticas de diversidad e inclusión, a las que calificó de “basura ideológica”, y la reimposición de un “estándar masculino” en los requisitos físicos, criticando la presencia de generales “gordos”. Estas medidas, junto con la purga de altos mandos militares, han sido denunciadas por legisladores demócratas como una politización peligrosa de las fuerzas armadas.
En resumenLa nueva doctrina militar de la administración Trump, que enmarca los problemas internos como una “guerra desde dentro” y propone el uso de ciudades como campos de entrenamiento, representa una escalada en la militarización de la seguridad doméstica. Esta estrategia, combinada con un rechazo a las políticas de diversidad en el ejército, refleja un giro autoritario que genera preocupación sobre la violación de leyes que limitan el uso de militares en asuntos civiles y el respeto a la tradición apolítica de las fuerzas armadas.