La relación entre Estados Unidos y Venezuela ha alcanzado un punto crítico con la suspensión de todos los esfuerzos diplomáticos por orden del presidente Donald Trump y la ejecución de ataques militares letales contra presuntas embarcaciones de narcotraficantes en el Mar Caribe. Estas acciones han llevado al gobierno venezolano a solicitar una reunión de emergencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, advirtiendo sobre un posible “ataque armado” inminente. La administración Trump ha desplegado una considerable fuerza militar en la región, que incluye buques de guerra y un submarino nuclear, en el marco de lo que ha denominado un “conflicto armado no internacional” contra los cárteles de la droga. Se han reportado al menos cuatro ataques contra lanchas, resultando en más de 20 muertes.
Trump justificó las operaciones afirmando que los barcos transportaban “vagones cargados de drogas”.
En un giro drástico, el presidente ordenó a su enviado especial, Richard Grenell, cesar todo contacto con el gobierno de Nicolás Maduro, poniendo fin a meses de negociaciones secretas.
Según los informes, durante estas conversaciones, funcionarios venezolanos habían ofrecido a Washington importantes concesiones económicas, como acceso preferencial a sus vastos recursos petroleros y minerales, a cambio de un cese de las hostilidades, pero la oferta fue rechazada.
Venezuela, por su parte, ha calificado los ataques como “ejecuciones extrajudiciales” y ha puesto a sus fuerzas armadas en alerta máxima, iniciando ejercicios de defensa.
La ONU y Rusia han hecho un llamado a la desescalada, advirtiendo sobre el riesgo de una intervención militar.
En resumenLa administración Trump ha escalado su postura contra Venezuela, suspendiendo la diplomacia y llevando a cabo ataques militares en el Caribe, a pesar de las ofertas de concesiones económicas de Caracas. Venezuela ha respondido con preparativos de defensa y una solicitud de intervención a la ONU, elevando el riesgo de un conflicto mayor en la región.